Las danzas colectivas de las grullas

En las zonas septentrionales de la región holoártica, desde el Mar del Norte al Pacifico, desde Alaska hasta el Labrador, la sonora llamada de "trompeta" de las grullas anuncia la llegada de la primavera. Se trata de bandadas que vuelan en formación en "V" y que, desde las zonas meridionales donde pasaron el invierno, regresan a los lugares de nidificación.

En las ¡andas de Eurasia vive, entre otras especies, la grulla común, una de las pocas especies de grullas del hemisferio septentrional a las que todavía es posible calificar de "común". Efectivamente, las restantes especies son extremadamente reducidas en cuanto a número y, tanto en el continente asiático como en el norteamericano, algunas se encuentran al borde de la extinción.


Asi que llegan de las regiones africanas y sudasiáticas donde pasaron el invierno, las grullas comunes forman grupos constituidos por diferentes núcleos familiares, compuestos de una pareja de individuos adultos y de diferentes individuos jóvenes, nacidos en la temporada anterior o incluso uno o dos años atrás.

Cuando el dia comienza a alargarse y la luz de la luna ilumina durante muchas horas la noche boreal, el observador atento que sienta deseos de estudiar el comportamiento de estas elegantes aves podrá llegar, orientándose por sus sonoras llamadas, hasta el lugar donde se entregan a sus "danzas" colectivas. En silencio, apostado al amparo de algún matojo, si la suerte lo acompaña y el frió de la noche no se lo impide, podrá asistir a uno de los espectáculos naturales más sugestivos que imaginarse pueda. Las aves primero se alimentan tranquilas durante un cierto tiempo.



De repente, una de ellas, irguiendo el cuello como para comprobar que a su alrededor reina la tranquilidad y que no hay depredadores a la vista, abrirá sus grandes alas y, después de proferir un grito metálico: "¡gru!", levantará de manera rítmica y alternativa sus patas al tiempo que dará un salto al aire.

Inmediatamente después, acompañándose de alguna otra señal sonora, el mismo animal hará una especie de inclinación con el cuello extendido, casi hasta tocar el suelo con la cabeza. Al llegar a este punto, en rápida sucesión o casi simultáneamente, se contagiará a los demás miembros del grupo el frenesí del "baile". Contempladas a la luz de la luna, las sombras de estas aves parecerán los fantasmas de una extraña zarabanda en la que los cadenciosos movimientos irán acompañados de imprevistos y súbitos "tañidos de trompeta".



Como son las danzas colectivas de las grullas



Tal vez la lejana y lúgubre risa de un colimbo o el aullido de una zorra añadan un toque de misterio a ese espectáculo que se repite invariablemente año tras año. Al cabo de un tiempo, tan de repente como se había iniciado, terminará el espectáculo y las grullas, después de recomponer sus plumas, volverán a transformarse en oscuras siluetas recortadas sobre la luz diáfana del cielo. De pronto batirán las alas y las grullas levantarán el vuelo y se perderán en el corazón de la noche.

Pero volverán a posarse más lejos y seguramente repetirán la misma danza, cuya reanudación podrá intuirse a través de las señales sonoras que se escuchen.



Durante muchísimo tiempo las danzas de las grullas fueron consideradas una componente fundamental del ceremonial del cortejo y, en consecuencia, se vincularon al ciclo reproductivo.

Sin embargo, parece que se ha comprobado en la actualidad que estas exhibiciones tienen un significado social y denotan más bien un estado de ánimo. Subsiste el hecho, sin embargo, de que las grullas comunes, al igual que otras muchas especies de grullas, fuera del período reproductivo se abandonan a menudo a este tipo de danza, cuyo significado en el plano comportamental está todavía por aclarar. Es posible que, al igual que ocurre en otras especies sociales, las exhibiciones reciprocas con respuestas iguales por parte de los respectivos individuos sirvan para consolidar los vínculos de pareja o de grupo familiar.

Por otro lado también pueden ser el resultado de una situación de conflicto en que la tendencia a luchar por una parte y a permanecer unidos por otra alcancen la misma intensidad y desemboquen en actitudes ritualizadas que neutralicen las tensiones sin llegar a formas de auténtica agresión. En términos poco científicos, aunque bastante gráficos, podría decirse que las grullas, a través de la danza colectiva, dan salida a todos los malos humores y tensiones reprimidas que con tanta frecuencia origina la vida en común.

La incubación en las aves

La incubación, que se prolonga durante un mes, corre a cargo de ambos progenitores, cuando menos hasta que se abren los primeros huevos. En ocasiones, después del nacimiento de las dos primeras crías, amorosamente atendidas por los adultos durante bastante tiempo, son abandonados los demás huevos para evitar que se abran y nazcan más crías.



Aunque efectúan una sola puesta al año, si se pierden los primeros huevos, puede haber una segunda nidada. Los polluelos, en el momento de nacer, están revestidos de plumón de color claro, con rayas oscuras muy marcadas; en ciertas especies, cuando las crías salen del cascarón tienen en la cabeza zonas desnudas de vivos colores. Hasta pasados dos años no se cubren de una librea igual a la de los adultos.



La única excepción está representada por el somormujo americano, cuyas crías nacen cubiertas de plumón claro en las zonas inferiores y gris humo en las superiores, con tonos uniformes y desprovistos de cualquier tipo de franja.



Como es la incubación en las aves



Ciertos autores atribuyen al factor coloración los intercambios que ocurren a menudo entre las crías, las cuales pasan de unos padres a otros, como si éstos no distinguieran del todo si corresponden o no a su nidada.

Sin embargo, existe otra interpretación que supone que, puesto que el somormujo americano, a diferencia de todos los demás componentes de la familia de los Podicipítidos, anida casi siempre formando pequeñas colonias, cabe considerar el intercambio de hijos como un hecho comportamental completamente natural.



A las crías de somormujo les gusta también hacerse transportar a lomos de sus padres, donde se esconden entre las plumas, por las que asoma únicamente su pequeña cabeza rayada.



En ese cómodo refugio pasan buena parte del primer período de su vida, incluso cuando el adulto se zambulle en el agua. No hay duda que tal comportamiento obedece al hecho de que las crías todavía no saben nadar con soltura, debido entre otras cosas a que su plumón no es impermeable. Sin embargo, en cuanto están en condiciones de valerse por sí mismas, los adultos se desprenden de ellas.

 

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